(Análisis) Atelier Meruru

Un combate del principio del juego.

La jugabilidad es prácticamente calcada a la ya vista en el anterior juego que venía evolucionada de Rorona, donde teníamos que ir contratando a los compañeros en vez de decirles que se vinieran sin más. Tendremos luchas por turnos, ataques especiales con los personajes que apoyen a Meruru y precisamente esos apoyos para cubrirle las espaldas, así como la posibilidad de usar magias y objetos para acelerar los turnos a nuestro favor o invocar por ejemplo meteoritos o lo que sea, que sigan golpeando a los enemigos durante un rato de manera automática, haciendo cola como si fueran un personaje más, hasta que les toque salir.

Subiremos de nivel tanto en combate como en alquimia y eso nos abrirá las puertas a poder viajar más lejos, obtener mejores objetos, realizar síntesis de más alto nivel, enfrentarnos a enemigos más complicados y, sobre todo, hacernos con armas y equipamiento mucho mejores que los que tenemos de serie, desbloqueándose continuamente varios que por su nombre y atributos bien parecen los últimos. Es un juego en el que cuanto más te muevas, más en serio te tomes el hacer misiones y más te arriesgues (finalizando con éxito al menos de manera parcial, ya que si «mueres» en realidad lo que haces es perder unos cuantos días en volver a tu pueblo y curarte) muchos mejores resultados obtendrás, así que lo mejor es que no tengamos miedo a nada y vayamos siempre un paso más allá, por complicado que pueda parecer lo que nos toque hacer, aunque eso sí, no hay que hacer mucho caso a las estrellas de dificultad y puntos que nos dan los enemigos tochos, ya que no está muy bien medido y lo mismo desbloqueándosenos a la vez uno con 20 puntos y otro con 100, conseguimos matar a este último sufriendo un poco, mientras que el de 20 nos merienda como le viene en gana, ya que está bastante descompensado en ese sentido.

8

Conclusiones:

Atelier Meruru es un muy buen final de la trilogía de juegos de PS3 que narran una historia con personajes entrelazados en Arland, una tierra donde la alquimia estaba ya prácticamente desaparecida hasta que Rorona decidió salvar el atelier de su maestra y comenzar su aventura, dando así paso a pasarle sus conocimientos a una discípula (Totori) y esta a su vez hizo lo propio con Meruru.

Es un juego muy bonito y bastante alegre que cuenta con varios finales y con una jugabilidad que no está nada mal, por lo que los fans de los juegos de rol deberían hacerse con él para reírse con los boletines del bar y ponerse ellos mismos las metas a conseguir en cada partida que a pesar de durar varias horas se pasa bastante volada. Eso sí, hay un poco de descompensación brusca con los enemigos aunque en general la curva de dificultad está bien medida, salvo por las misiones en las que hay bichos extras especialmente poderosos.

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