Mis momentos favoritos: La transformación de Lisa (Silent Hill)

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Cuando el primer Silent Hill apareció en 1999 para PSX, todo cambió en el género del terror. Resident Evil era la punta de lanza de los considerados survival horror pero se basaba en crear miedo sobre algo real y tangente, una invasión de zombies y criaturas mutantes. Sin embargo, la visita a ese tranquilo pueblo estadounidense que nos proponía Konami iba más allá, atacando directamente nuestra mente.

La aventura de Harry Mason dio un paso más allá y nos sumergió de lleno en el terror psicológico, con escenas turbadoras para erizarnos la piel más allá del simple dolor físico para convertirse en un tormento mental y un argumento que, aunque pareciese sencillo, no era nada explícito y poseía un profundo trasfondo, siendo la semilla de un universo fascinante que se expandiría en posteriores entregas. No era una historia de buenos y malos de ningún modo, donde nuestros sentidos eran engañados constantemente con trucos de lo más ingeniosos.

El primer gran acierto del juego fue crear un plantel de personajes corrientes, nada de soldados de élite, policías o gente con superpoderes. Harry Mason era un padre de familia desesperado por encontrar a su hija Cheryl, Cybil una policía dispuesta a ayudar (y completamente ajena al verdadero secreto de Silent Hill), Dahlia una amable mujer que resultaba ser la manipuladora líder de una secta, Kaufman un doctor y camello que se involucró en algo que se le iba de las manos… Incluso Alessa, la verdadera presencia sobrenatural del juego, tenía un comportamiento totalmente humano, intentando evitar la llegada del terrible Dios que albergaba en su útero con sus poderes, sufriendo por no poder haber disfrutado de una vida normal y deseando simplemente morir para acabar con su dolor y con un futuro tenebroso para la raza humana.

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A eso hay que sumar la excelente ambientación, potenciada por la ya famosa niebla (que además escondía de forma muy inteligente las limitaciones del motor gráfico) y el aún más popular Otro Mundo (¿Qué era más terrorífico que comprobar el lado más grotesco del mundo real por el que nos movíamos?) o el novedoso uso de la radio, que nos avisaba de la cercanía de los enemigos. De la misma manera, precisamente por ser un padre de familia de lo más corriente, las habilidades de combate de Harry eran bastante escasas, por lo que muchas veces era mejor huir corriendo de los peligros que nos acechaban. Sin embargo, eso no impedía que se esforzase al máximo con los numerosos puzzles con los que nos encontrábamos, algunos brillantemente difíciles. Si a eso le añadimos la gran labor de folklore creado para la ocasión, con elementos como el Sello de Metatrón, el Flauros, los distintos planos de existencia, la Orden y su plan para dar a luz a Samael a través de Alessa, la ambigüedad moral que sobrevuela todo el relato, etc., la combinación era algo completamente fascinante.

Desde el mismo momento en el que quedamos atrapados en el callejón de la versión oscura de Silent Hill del principio del juego hasta que derrotamos al Incubador y logramos uno de los distintos finales, tenemos pocos salvavidas para nuestra cordura. Uno de ellos es Cybil Bennet, la policía de Brahms que intenta ayudarnos a salir de la ciudad y desentrañar el misterio de la desaparición de todos los lugareños. El otro es Lisa Garland, la joven enfermera que nos encontramos por primera en el Hospital Alchemilla del Otro Mundo.

El papel de la chica es mucho más importante de lo que parece en principio. En primer lugar, es la única persona que encontramos en el plano oxidado de Silent Hill, lo que ya nos da una pista importante de su destino y verdadera naturaleza. La encontramos escondida debajo de una mesa, aterrada por todo lo que está pasando, lógicamente, y se abalanza hacia nosotros cuando nos ve, aliviada de que exista alguien más en esa pesadilla, acabando con su soledad. De esta manera, la primera sensación que nos transmite es la compasión y la necesidad de protegerla, una joven asustada en el lugar y momento equivocados, perdida e indefensa. A pesar de tener ya 23 años no parece ser mucho más capaz de sobrevivir que la pequeña Cheryl.

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Además, cada vez que Harry pierde el conocimiento por el cambio de plano y se despierta en el hospital del Otro Mundo, Lisa está a nuestro lado, tranquilizándonos y cuidándonos. Teniendo en cuenta el alto índice de peligro que recubre cada rincón de Silent Hill, su compañía es uno de los escasos momentos de calma que tenemos, además de darnos bastante información sobre Dahlia y el oscuro culto que lidera. Al final acaba estableciéndose una relación de confianza y necesidad entre ambos, trabajando juntos para intentar sobrevivir y escapar.

Sin embargo, a pesar de que intentamos engañarnos a nosotros mismos, sabemos que hay algo raro. Aunque pasa mucho tiempo sola en nuestra ausencia, consigue sobrevivir a los monstruos del Otro Mundo. En una de las ocasiones en las que estamos con ella, su ojo parpadea de forma extraña. Y, al fin y al cabo, nos encontramos en Silent Hill, donde todo y todos parecen estar condenados. Es así como llegamos a una de las escenas más tristes, bellas e impactantes vistas en un videojuego.

Nuevamente nos volvemos a encontrar con Lisa en el Alchemilla del Otro Mundo pero, en esta ocasión, ella está nerviosa, mucho más inquieta de lo normal. Es entonces cuando, entre llantos, nos cuenta lo que ha descubierto. Ha comprendido por qué sigue viva a pesar de que todos los demás están muertos. Y es que no lo está. Ella no es diferente de las aterradoras enfermeras que nos hemos encontrado anteriormente. Ella es una más pero no se había percatado hasta entonces. La comprensión de que la existencia de uno mismo no es tal. Que es la misma abominación de la que ha estado huyendo desde el principio. Algo totalmente demoledor y que nos pilla por sorpresa.

Mientras es incapaz de reprimir las lágrimas, nos implora que la protejamos, que la salvemos de su inevitable destino. No quiere desaparecer, no quiere estar sola, no quiere ser un monstruo más. A pesar de todo lo que han pasado juntos, Harry no puede evitar empujar lejos a Lisa, aterrado de lo que está a punto de suceder. Las primeras notas de la sobrecogedora Not Tomorrow empiezan a sonar. Apoyada contra una pared, el rostro de la chica está impertérrito, con la mirada perdida, siendo consciente de lo que va a ocurrir y de que no puede hacer nada para remediarlo. Sorprendentemente, la escena CGI consigue atrapar esa estremecedora expresión, unos segundos de aterradora calma y comprensión de la tragedia inminente. ¿Qué pasará por su cabeza? ¿En qué estará pensando? El mero hecho de imaginarlo hace que nos recorra un escalofrío por la columna.

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Tras unos instantes, una gota de sangre surca la cara de Lisa, pasando por su ojo, que se entrecierra de forma refleja. Poco a poco, la sangre comienza a aflorar por todos sus orificios mientras se tambalea buscando la salvación imposible en los brazos de Harry, con una expresión llena de miedo, un miedo indefenso, incapaz de ser eliminado. Y a pesar de nuestras ganas de ayudarla, de rescatarla de este mundo de pesadilla, sabemos que no podemos hacer nada por ella, que somos totalmente vulnerables a la ciudad y su oscuro poder. De esta manera, el protagonista no puede más que salir de la habitación y mantener la puerta cerrada susurrando con tristeza el nombre de la muchacha mientras ella golpea la puerta entre sollozos.

Mientras Not Tomorrow sigue sonando y los llantos desaparecen (mucha de la culpa de la estremecedora escena lo tiene el doblaje de Thessaly Lerner) se nos presenta la posibilidad de seguir nuestro camino o volver al lugar donde se encontraba Lisa. Si hacemos esto último, encontraremos en el suelo el diario de la enfermera, que nos da más detalles sobre su pasado y trasfondo. En él comprobaremos que estaba traumatizada por tener que cuidar de cierta paciente, intentando renunciar a su puesto ante el terror que le transmitía el hecho de que seguía viva a pesar de sus terribles heridas. Además, también descubrimos que era una adicta a las drogas y que, cuando tenía el síndrome de abstinencia, alucinaba con habitaciones llenas de insectos, chorros de pus y sangre cayendo por los desagües y vómitos de bilis.

Poco después podremos visionar un vídeo donde Lisa vuelve a aparecer, con la cara tapada con sus manos, mostrando su asco y temor ante esa paciente, totalmente calcinada, que se resistía a morir a pesar de sus graves heridas. Su rutina de cambiar las vendas, siempre llenas de sangre y pus, fueron minando su cordura a la vez que las drogas, planteándose qué fuerza desconocida permitía que aquella abominación no muriese. Lo que más ansiaba era alejarse de allí, prometiendo que nunca le diría nada a nadie, pero su deseo nunca se verá realizado.

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Uniendo todas las pistas acabaremos sabiendo que Lisa era la enfermera personal de Alessa, mantenida viva por un hechizo de su madre Dahlia para poder llevar a cabo sus planes de dar a luz a Samael o, lo que es lo mismo, el Dios de la Orden de Silent Hill; así como por el propio poder de la entidad sobrenatural. La enfermera mantuvo su apariencia humana y sus recuerdos en el Otro Mundo como regalo gracias a que Alessa (después de todo, el Otro Mundo es la visión del mundo según su perspectiva) pensaba que Lisa era la única persona que realmente se preocupaba por ella y la cuidaba, algo totalmente alejado de la realidad. Sin embargo, para la joven siempre fue imposible huir de la pesadilla en la que se había involucrado debido a que sabía demasiado sobre los planes de la Orden, además de ser adicta al PTV, la droga creada por el doctor Kaufman, su superior, y que servía como financiación de la secta. Una chica en el sitio y momento equivocados.

De esta manera descubrimos cómo una chica que parecía indefensa e inocente también tuvo un pasado doloroso y un lado oscuro, débil, corrupto, que aceleró su trágico final. Eso no impide que sintamos aún más compasión por ella al descubrir su verdadera naturaleza, precisamente por su mala suerte y sus malas decisiones, acentuadas por su deseo de alejarse de todo y quién sabe si iniciar una nueva vida, lejos de Silent Hill, lejos de las drogas. La labor de Konami en retratar este y otros personajes del juego de una forma tan sutil y con muy pocos medios es sublime, algo que se mantendría posteriormente en la saga, con mucha información nunca explícita pero siempre sugerida que alcanzará su sentido sólo si nos esforzamos en unir todas las pistas. La escena de su muerte o, más bien, transformación (pues ya estaba muerta desde la primera vez que la vimos) está ejecutada de forma perfecta, convirtiéndose posiblemente en el mayor clímax de la primera entrega y en una de las escenas más memorables de toda la franquicia.

Este buen hacer alcanzaría su cima en Silent Hill 2, que seguramente aparecerá en esta sección en un futuro, pero ya nuestra primera visita al pueblo maldito fue todo un acontecimiento en el género del terror. No nos amenazaba con zombies ni con criaturas mutantes ni con asesinos en serie. Atacaba nuestra mente, engañaba a nuestros sentidos, jugaba con nuestras emociones y apretaba nuestro corazón con alambre de espino. Silent Hill fue una de las cimas no sólo de los survival horror, sino también de los videojuegos en general, y la transformación de Lisa es uno de los ejemplos más contundentes al respecto.

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