(Análisis) Dragon Age II

Un cambio que salta a la vista es el nuevo apartado gráfico, completamente mejorado y con muy buen aspecto, aunque el rediseño de personajes, o de razas, varía mucho entre un juego y otro. Por ejemplo, ahora los elfos son mucho más esbeltos y delgados, o el caso de Isabela, como se ve en la imagen.

Otro cambio muy evidente es que ahora el personaje protagonista habla, por lo que tiene más protagonismo y más carisma que el Héroe de Ferelden. Como pequeño daño colateral, los secundarios pierden peso y carisma en comparación con Morrigan o Alistair de Origins, aunque Isabela, Merrill y Varric no estén muy atrás. Además, como ya pasaba en Mass Effect y a diferencia del primer Dragon Age, los diálogos escogidos son la idea de lo que dirá Hawke, no una transcripción exacta, por lo que el resultado final no es siempre el esperado, pero la idea se mantiene más o menos intacta.

También, como pasa en Mass Effect 2, la personalización de armadura de los secundarios es mínima, cosa que no pasaba en Dragon Age: Origins. En vez de seleccionar un casco, una coraza, unas botas… simplemente se pasa de traje de grado 1 de un personaje a traje de grado 2 de ese personaje.

Esta simplificación, la insistencia y repetición excesiva durante la historia del conflicto entre templarios y magos, y que el mapa donde se desarrolla la historia se limita a Kirkwall y sus alrededores, forman los aspectos más negativos que se pueden encontrar en este juego de BioWare.

Y aunque se haya simplificado un poco el sistema de combate, se ha aumentado su ritmo.

Pero no todo van a ser simplificaciones, puesto que también se ha modificado la parte de las habilidades para que sea más compleja, y en vez de ser lineal, se ha creado un esquema de árbol, con requisitos de talentos anteriores o puntos gastados en esa familia y pudiendo mejorar algunas habilidades.

Además, se ha implementado el sistema de combos entre clases. Por ejemplo, si un pícaro desorienta a un enemigo, un mago o un guerrero puede usar una habilidad que diga «doble de daño a objetivos desorientados» para obtener este beneficio extra. Como acostumbra a pasar con las novedades, le han dado demasiado protagonismo a este aspecto que, realmente, debería ser casi anecdótico.

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