(Análisis) Dragon Quest VI

Dragon Quest es una saga de rpgs que cumple ya la friolera de 25 años y que para la mayoría de los japoneses está considerada la mejor de todas.

Tanto es así, que cuando se lanzó la tercera entrega, hubo tal absentismo laboral que tuvo que fijarse una ley según la cual los juegos de esta franquicia no pueden salir a la venta más que en domingo o día festivo, pero jamás en día laborable.

Esta franquicia que algunos veían como rival de Final Fantasy antes de que Enix y Square-Soft se fusionaran en una sola empresa, tiene un montón de características comunes de cada juego, que lo hacen ser, por esa misma razón, un Dragon Quest y no cualquier otra cosa.

También, siempre hay un pequeño equipo de genios desarrolladores detrás de cada nuevo proyecto. Hablamos por supuesto de Koichi Sugiyama (su compositor), Yuji Horii (guionista, creador y diseñador) y Akira Toriyama (diseño de personajes y monstruos).

Este juego, si bien es la primera vez que llega a occidente y con él los americanos ya han recibido todas las entregas, aunque a los europeos nos quedan unas cuantas, no es un título nuevo, sino que es un remake del juego de SNES, que tiene como novedad los escenarios en 3D dentro de los pueblos y ciudades, un minijuego de limos para jugar con el stylus sobre la pantalla táctil de Nintendo DS, y se han cambiado los nombres de los acompañantes del héroe al que bautizaremos nosotros como deseemos al comienzo de la aventura.

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