(Análisis) Shogun 2: Total War

Las batallas resultan más espectaculares que nunca. El nivel de detalle de las unidades hace que las batallas resulten un momento espectacular que vale la pena contemplar. Podemos ser unos negados de la estrategia bélica, y sin embargo seguiremos insistiendo una y otra vez en librar nuestras propias guerras para poder deleitarnos con el movimiento de los ejércitos sobre el terreno, con la fidelidad de la captura de movimientos que se ha realizado para recrear a todos los soldados y con lo satisfactorio que es barrer el suelo de Kyoto con los restos de nuestros enemigos.

Su gran pega, como lo ha sido con toda la saga, es lo exigente de sus requerimientos. Cualquier equipo medio de hoy en día puede moverlo, pero si queremos disfrutar del juego en su máximo detalle vamos a tener que rezar más de un padre nuestro.  Incluso en un I7 con 8GB de RAM y  una GTX 260 hemos llegado a sufrir leves ralentizaciones en los momentos más intensos de la contienda.

Sonido

Si hay una constante en los juegos de Total War, esa es su magnífica labor en el apartado sonoro.
La banda sonora del Shogun 2 es espectacular. Con melodías pausadas y tranquilas, de marcado caracter nipón, que se retuercen sobre sí mismas repentinamente para reflejar el frenesí del combate con el potente sonido de taiko.
Continuamente tendremos la sensación de estar cenando en un restaurante japonés, los sitios más comunes donde escuchar este tipo de melodías orientales.

Los efectos sonoros también son sublimes. Escuchar a los generales motivar a las tropas, oír frases en su japonés natal, escuchar como cientos de soldados desenvainan sus armas mientras el repiqueteo metálico de sus armaduras marca el paso antes de desatarse la locura del combate en la que una vorágine de sonidos metálicos y hombres gimiendo agonizantes invaden nuestros oídos. Muchas, muchas películas desearían disponer de la biblioteca de sonidos de la que disfruta este juego.

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