Como el juego mezcla 3D puro con 2,5D y 2D, habrá momentos de espacios abiertos, combinados con líneas horizontales sobre las que movernos esquivando enemigos en una larga recta o con momentos de simplemente correr sin parar y saltar en el momento adecuado.
En cada nivel hay cinco estrellas ocultas, que conseguiremos con empeño y tesón, así como rejugando niveles más adelante cuando ya hayamos obtenido cierto color necesario para por ejemplo taladrar el suelo o volar por el aire. Cuantas más monedas rojas de estrellas y anillos consigamos mejor para nuestra puntuación de fase que va combinada junto con un buen tiempo total en llegar a la meta. Los anillos no nos darán vidas aunque consigamos muchísimos y solamente sirven para conseguir más puntos.
El juego es muy rejugable y aunque no tenga demasiados planetas, cada uno de ellos tiene varias fases junto con un jefe final al que hacer morder el polvo. De modo que corto, precisamente no es y menos si se quiere explotar un poco.
Aparte, tiene un modo de juego que emula un poco los clásicos, con fondos más simples y que se puede jugar en solitario, con ayuda de la máquina o con un compañero o rival. En este modo podremos ser Sonic o tomar la apariencia de un Mii y lo de jugar con alguien es que si el que toma el papel del jugador uno, mueren ambos, mientras que si muere el segundo jugador, se verá teletransportado junto al jugador uno; mientras que lo de jugar contra alguien es que entre ambos jugadores se pisoteen y empujen para que uno de los dos venza mientras el otro cae derrotado.
2 Respuestas a “(Análisis) Sonic Colours -Wii-”