(Análisis) Terraria

Sin miedo seguimos adentrándonos y excavando, abriéndonos hueco con el pico hasta encontrar una nueva senda cada vez que nos quedamos sin camino que seguir. Y así encontramos nuestra primera vasija. La rompemos y vemos que en su interior contenía unas monedas y varios shurikens. Tras la carcajada inicial, recogemos el arma arrojadiza y seguimos explorando. Y es entonces cuando los escuchamos. Por delante de nosotros viene un grupo de tres bolas de colores. Decidiendo que lo más valeroso en ese momento es poner en práctica el maravilloso arte de la huida, nos escapamos.  Pero por detrás hay más. Acorralados, sacamos nuestra arma, golpeamos a diestro y siniestro y morimos. Maldiciendo nuestra suerte vemos cómo nuestro personaje reaparece en su cueva.  Chasqueando la lengua decidimos ver qué podemos construir ahora.

Trabajamos la piedra en la chimenea para hacer bloques de piedra. Con la madera construimos paneles de pared.
Hacemos lingotes de los metales conseguidos, consiguiendo suficiente cobre como para empezar a hacernos una armadura. Un bonito peto dorado  con hombreras que nos hace sentirnos un caballero del zodiaco. Con el hierro sobrante nos hacemos un nuevo pico. Uno con el que podemos escavar más rápidamente. Y entonces, dispuestos a vengarnos de las malditas bolas, salimos para adentrarnos nuevamente en la cueva. Fuera es de noche, y por el camino nos las vemos con zombies y ojos voladores. No importa. Nuestra determinación es firme y seguimos avanzando. Y volvemos a morir. Tras bajar a la calle a recoger el ratón que hemos tirado por la ventana, volvemos a intentarlo. Esta vez ya sabemos cómo luchar contra los no-muertos , así que nos abrimos paso a espadazos hasta llegar a la entrada de la cueva subterránea.

Por el camino vamos colocando periódicamente antorchas en las paredes y el suelo para que disponer siempre de iluminación. Llegamos hasta el lugar de nuestra primera muerte, recuperamos parte del dinero perdido y vemos que no hay ni rastro de las bolas. Decididos seguimos descendiendo y escuchamos un sonido inquietante. Vemos que algo se mueve por las paredes y de pronto aparece un gusano que nos golpea. Comiéndonos una seta curativa nos preparamos. Esta vez no estamos dispuestos a morir. La siguiente vez que aparece la lombriz gigante le arrojamos suficientes shurikens como para sentirnos en una película de ninjas, y el bicho muere. Contentos recuperamos algunas de las estrellas ninja y seguimos adentrándonos en la cueva. De pronto una superficie amarillenta nos llama la atención: arena. La escavamos, vemos que la arena se escurre, por lo que es necesario escavar una cantidad ingente de arena para poder avanzar. No nos importa. Lo hacemos y seguimos avanzando. Nos encontramos  nuevos enemigos que no tardamos en despachar. ¡Tras lo del gusano somos unos profesionales! Y seguimos adentrándonos en el subsuelo.  En una esquina cercana vemos unas telarañas que no dudamos en cortar con la espada.

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