Como las fases son demasiado largas y a eso se le une el que resulte bastante injugable por el fallo en sus controles, nos encontramos con un juego que aburre y no consigue ser lo desafiante que pretende ser, ya que no es lo mismo errar por ser un poco torpe o confundirse en un momento dado, que porque directamente esté mal programado, y si además las fases fueran tres o cuatro veces más cortas -pues se pasan en su longitud total- todo sería más entretenido y podría haber entre 12 y 16 fases diferentes.
No hablemos ya de una curva de dificultad, pues carece de ello.
Técnicamente, y aunque no sea algo importante en los minis, tampoco destaca y menos si tenemos en cuenta que estamos ante un fondo completamente plano, con un cuadradito naranja que se mueve sobre cuadrados negros, esquiva triángulos grises y va con cuidado sobre líneas blancas mientras escucha una música maquinera cuando no está en el modo práctica, pues ahí desaparecerá la música y oirá sólo sonidos sueltos al ir avanzando.
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Conclusiones:
Es un juego lleno de errores que lejos de picar al jugador para seguir, le anima a dejarlo abandonado.
The impossible game falla en sus controles, en sus fases excesivamente largas, en la ausencia de checkpoints y también en que su modo de práctica está metido con calzador y no vale para nada al quitársele la música siendo éste un juego rítmico donde la música es importante.