Touch my Katamari

(Análisis) Touch my Katamari

Desde minúsculas horquillas, hasta lo más grande que nos podamos imaginar, todo está permitido en Katamari y es que cualquier cosa que veas la podrás coger si creces lo suficiente, viendo como el resto te va pareciendo más pequeño. Y es que todo depende del cristal con que se mira.

En Touch my Katamari, por primera vez y haciendo honor a su nombre, tendremos controles táctiles además de los de botones, pudiéndose elegir uno u otro para la mayoría de acciones (voltearnos, rodar en cualquier dirección, saltar…), pero estando limitados a la táctil trasera para alargar nuestro katamari en horizontal o vertical para coger de golpe más objetos sin tener que ir a poquitos pasando por encima. Aunque eso sí, eso que en apariencia nos ahorraría tiempo, en realidad muchas veces nos lo resta, porque nos decelera la velocidad y no han sido pocas las veces que nos hemos quedado tontos al ver cómo en una misma fase, realizando el mismo recorrido, tardábamos menos en ese tramo en que antes se nos había ocurrido alargar el katamari y después no.

Cabe decir también que ése no es el único fallo achacable a esa función y es que a veces, con simplemente rozar la táctil trasera al agarrar la consola, sin hacer siquiera el gesto de alargar, nuestro katamari decidirá estirarse y nos tocará encogerlo, teniendo unos momentos un poco molestos ahí que quizás nos encrispen lo justo como para después no dar la talla en esa fase en cuestión y que nos toque repetirla de manera obligada, que no es lo mismo, ni por asomo, que hacerlo de manera libre por superar puntos o probando otra modalidad de juego.

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