(Minianálisis) The Flying Hamster

The Flying Hamster cuenta con varios encantos e incluso un par de momentos humorísticos muy buenos. Uno de sus momentos hilarantes es una recompensa al pasarse el juego y es que la coñita final es tremenda, el otro momento es al descubrir que en la tabla de records donde ponemos nuestro nombre (las típicas tres iniciales) si se une todo lo que ya estaba escrito de antemano da como resultado: The Flying Hamster The Atelier Game.

Entre sus encantos, además de su colorido, sus fases, el frikismo y mimo que se desprende con reminiscencias retro y demás, hay dos cosas que destacan por encima del resto: su variedad de «armas» y su elección de caminos.

Nuestro hámster irá disparando con escupitajos siempre una comida estándar contra sus enemigos, pudiendo hacer que sea una bola más potente si se mantiene pulsado el botón en lugar de ir soltando a poquitos. Sin embargo, habrá momentos en los que habrá diferentes disparos, de manera limitada, como por ejemplo pipas de girasol, abejas, pulpitos de salchicha, fuego, cerveza… cada uno de esos disparos tendrá un poder distinto y una potencia diferente, además al cargar el disparo también habrá mayor intensidad. Dependiendo de la fase podremos conseguir unos u otros proyectiles que ingerir para después escupir contra los enemigos.

Entre esos poderes, por ejemplo las abejas persiguen a los enemigos, los plátanos hacen de búmerang, el fuego achicharra o los huevos caen con fuerza para hacer una tortilla sobre quien sea. Opciones que no falten.

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