Corpse Party, una grata sorpresa que deja los pelos como escarpias


Las supersticiones unidas a las antiguas leyendas de terror sobre casas embrujadas o colegios encantados son algo prácticamente universal, sobre todo si hay algo medio abandonado o con algo medianamente fuera de lo corriente a lo que agarrarse para defender tu idea tanto si lo crees realmente como si es para acojonar a los demás. Aparte, los japoneses, maestros del género de terror -especialmente en terreno audiovisual- son unos auténticos enamorados de ese tipo de historias y les encanta contar precisamente cosas sobre todo lo paranormal.

Precisamente, Corpse Party empieza cuando Ayumi, la delegada de clase del grupo 2-9 del instituto Kisaragi, reúne a seis compañeros para hacer un ritual de protección ante cualquier mal, debido a que tienen miedo porque en el mismo lugar en que está su centro de estudios, treinta años atrás hubo un colegio donde parece ser que hubo misteriosas muertes y desapariciones y cerró tras no se sabe muy bien qué. Eso sí, justo después de que Ayumi explique todo lo que sabe acerca de ese suceso, poco antes de empezar el ritual en sí, aparece la hermana pequeña de uno de los que estaban en ese grupo y la profesora de inglés de todos los que en primera instancia estaban allí, por lo que terminan siendo nueve los que deben decir, cada uno de ellos, nueve veces una frase, romper un muñeco protector de papel y guardar bien el cacho que les corresponda como amuleto.

Al hacer esa misteriosa ceremonia, contra todo pronóstico resulta que sí sirve para algo, pero es precisamente para crear una brecha dimensional y que tras un terremoto, terminemos con el grupo separado en Heavenly Host, el tétrico y terrorífico lugar que tanto temían.

Una vez allí, toca manejar a los personajes según vayan apareciendo y enterándonos así de cómo es cada uno, cómo habla, cómo se comporta, qué inquietudes tiene… para que descubramos, a través de ellos y de sus miedos, qué pasó exactamente en los años 70 en aquel lugar que tiene una estética arquitectónica igual, por la que parece no haber pasado el tiempo, pero donde sí pasa porque uno no tarda en darse cuenta de que el hecho de que los chicos de Kisaragi hayan terminado allí no es un hecho aislado, sino que lleva ocurriendo lo mismo con bastante frecuencia y hasta hay notas y periódicos con los que podremos descubrir cómo murieron algunos de los que llegaron a estar allí en algún momento o hacernos un poco a la idea de qué pudo suceder hace tanto tiempo para que ese lugar siga encantado y matando a la gente.

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