Los Olvidados – Gauntlet IV

La serie Los Olvidados pretende recordar, mediante artículos con un carácter muy personal, aquellos juegos que en su momento no fueron objeto del aplauso de la crítica y el público y sin embargo conservan, a pesar de los años, un atractivo singular que los hace, siempre en mi opinión, merecedores de nuestro respeto, reverencia y reconocimiento, a menudo por encima de grandes “vacas sagradas” que han soportado mucho peor el paso del tiempo.

Carátula europea de Gauntlet IVPublicado en 1993 por Tengen, Gauntlet IV fue originalmente concebido como una revisión del primer y genuino Gauntlet, el clásico de Atari Games (alias Midway, no confundir con Atari Corporation), que debía llevar las bondades del juego original a Mega Drive tras su paso por los sistemas de 8 bits. De hecho, en Japón es conocido como Gauntlet, sin más, mientras que en el resto de mercados, debido a que había sido precedido por Gauntlet II y el extraño y fallido Gauntlet III: The Final Quest (publicado por US Gold exclusivamente para ordenadores personales), se prefirió añadirle el ordinal IV para dar sensación de continuidad a la saga mientras nos lo intentaban vender como un juego nuevo del todo. Dos pájaros de un tiro.

Try to find a way out!

Como ya hemos dicho, Gauntlet IV recupera la mecánica del juego que inició la franquicia, sin maquillaje, sin complejos, sin más concesión a veleidades supuestamente aventureras que un par de modos de juego específicos de los que hablaremos más adelante, y que somos tan libres de probar como de fingir que no existen.

Gauntlet IV es simple, pero sólo en apariencia. En un primer momento, nos parece que el juego se conforma con meternos en la piel de un arquetipo de ambientación de espada y brujería (mago viejuno, arquero elfo gay, guerrero hipertrofiado o valquiria jamona) y hacernos gastar chancla por mapas más o menos laberínticos mientras masacramos una inmensa turba de enemigos programados para hostigarnos sin darnos un segundo de respiro. Es decir, avanza, mata, encuentra la salida… y así hasta que mueres. Fácil, simple, para toda la familia, ideal para echarse una “pachanguita” corta. Pero esa no es la realidad de Gauntlet IV, sino sólo el anzuelo que nos coloca justo delante de la boca, para que lo mordamos. Y en el momento en el que lo hacemos, estamos jodidos. Felizmente jodidos.

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