Mis momentos favoritos: El interior de la Luna (The Legend of Zelda: Majora’s Mask)

El propio Vendedor de Máscaras Felices es un tipo de lo más turbador, tan tranquilizador como una serpiente venenosa. La forma en la que trata a Link, sus ataques de rabia y su obsesión por la máscara de Majora nos indican sin lugar a dudas que algo está podrido en él. De la misma manera, en el Cañón Ikana nos encontramos con una niña que debe vivir y proteger a su padre, que se está convirtiendo en Gibdo. Todo eso adornándolo con la triste historia de Skull Kid y su actitud fría y cruel cuando tiene puesta la máscara. Majora’s Mask es una pesadilla más que una aventura.

Es por eso que, cuando has recorrido todo Términa y llegas al enfrentamiento final, te esperas un horror que supere todo lo que has experimentado antes. Los Cuatro Gigantes han conseguido detener la Luna y ahora nos toca a nosotros derrotar definitivamente a Majora para salvar el mundo una vez más. De esta manera nos vemos teleportados al interior del satélite intentando reunir el valor necesario para afrontar lo peor.

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Nunca lo esperamos. Nuestra mente había imaginado los más retorcidos paisajes y criaturas posibles pero nos encontramos con algo completamente diferente y opuesto. Un cielo despejado. El sonido del viento. Un prado amplio y verde, aún más radiante que la Pradera Hyrule. Y en el centro, un majestuoso árbol de gigantesca copa. Una postal idílica que rompe en pedazos la oscuridad reinante en todo el juego.

Y, a pesar de todo, un escalofrío nos recorre la columna y descubrimos que, realmente, esta situación da más miedo que cualquier horror digno de Lovecraft. Nos descoloca totalmente de la tónica general y nos confunde, nos hace sentirnos perdidos, indefensos, sin tener ni idea de lo que va a ocurrir a continuación. El terror casi nos impide avanzar.¿Qué esconde este bello paisaje? Seguramente alguna terrible trampa mortal, puede que todo se rompa en pedazos y nos encontremos en el peor de los infiernos. Pero no tenemos más remedio. El árbol parece funcionar como señal, así que hacia allí nos dirigimos. Y lo que vemos allí no nos tranquiliza ni lo más mínimo.

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