Mis momentos favoritos: La decisión de Celes (Final Fantasy VI)

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Final Fantasy VI es mi entrega favorita de la saga con diferencia. Tiene multitud de virtudes y, entre ellas, se encuentra un guión genialmente engarzado y una plantilla de personajes memorables y llenos de carisma (por ejemplo, su genial villano). La combinación de ambos factores provoca que durante todo el juego se produzcan numerosas escenas para el recuerdo.

La decisión del equipo de desarrollo de prescindir de un protagonista principal y repartir el peso del argumento entre varios, a pesar de que Terra sirva de hilo conductor, no sólo ofrece una mayor complejidad y profundidad que permite que nos sumerjamos de inmediato en el mundo de FFVI, sino que podemos descubrir cada una de sus historias, sus motivaciones, sus virtudes, sus defectos, sus debilidades, etc., pudiendo empatizar fácilmente con ellos, cogiéndoles cariño y preocupándonos por su destino, además de disfrutar con las interacciones y lazos que se forjan entre ellos.

Todos y cada uno de los personajes tiene un momento de gloria como mínimo: la revelación del origen de Terra, las escenas junto a Rachel de Locke, la moneda de doble cara de Edgar y Sabin, la tragedia familiar de Cyan, el abandono de Gau por parte de su padre, la redención de Setzer, los momentos en los que Shadow se muestra humano más allá de su frialdad de asesino o la bronca que le echa Relm a Ultros porque este último no se deja pintar un retrato. Pero no sólo los protagonistas disfrutan de ese mimo extremo, sino también otros, como Kefka y sus impagables momentos de locura sádica como el envenenamiento del río o el sacrificio del General Leo. Es muy difícil destacar a uno sólo de ellos, incluso por gustos personales, pero posiblemente la protagonista que acaba disfrutando de una mayor evolución y número de pasajes para el recuerdo es Celes.

Recordemos que Celes comienza el juego como uno de los generales más importantes del Imperio, una Caballero Magitek entrenada desde pequeña para el combate e imbuida de poder mágico a través del mismo procedimiento que quebró la cordura de Kefka. Sin embargo, acaba desencantada con su bando, por lo que es hecha prisionera y condenada a muerte por traición, destino que evita gracias a la ayuda de Locke. Es entonces cuando se une a la misión de la Resistencia y comienza su relación con nuestro querido ladrón, perdón, cazador de tesoros.

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Si bien todos los personajes tienen un pasado trágico cuyas consecuencias arrastran durante todo el juego, Celes es la única que realmente sufre la mayoría de su carga dramática a medida que vamos avanzando en el argumento en vez de tener que recordar tiempos pretéritos a través de flashbacks. Celes navega entre dos aguas y es víctima de la soledad y la desconfianza tanto por el Imperio, que la considera una traidora, como por la Resistencia, que sospechan de ella como una posible espía al servicio del enemigo. De hecho, desde el principio no es tratada con respeto y confianza por varios de los protagonistas, encontrando su único refugio en Locke, que siempre antepone proteger a las mujeres debido a su traumática experiencia con Rachel.

Esa dramática dualidad se mantiene durante buena parte del relato, con Celes insistiendo en que la juzguen por sus acciones y no por sus palabras, demostrando ser una mujer fuerte, independiente y con recursos pero que también sufre cuando la llevan al límite, dándole una dimensión muy humana con la que acabamos simpatizando. Además, todos tenemos claro que los protagonistas son buenos desde el principio excepto ella, por lo que el hecho de dudar de Celes y ver cómo desmiente nuestras sospechas también nos hace sentir culpables. Esa evolución, ese retrato humano y su relación ambigua con Locke aportan mucho al personaje.

Por supuesto, Celes se apoya en algunas escenas memorables para ello. Una de ellas es posiblemente la más famosa de Final Fantasy VI y una de las más celebradas de la franquicia: la ópera. Y no es para menos pues nos encontramos con una genial ejecución y combinación de registros tanto dramáticos como cómicos, con una progresión que siempre va in crescendo y que engancha irremediablemente. Primero tenemos la adorable reticencia de Celes a suplantar a María mientras su relación Locke va dando más pasos hacia delante, luego tenemos la estremecedora puesta en escena de la obra mientras el resto de protagonistas cumplen su misión entre bastidores y, por último, la carrera contrarreloj para salvarla de su secuestro a manos de Ultros, cuya intervención en el pasaje también es espectacular. Una escena perfecta que da mucho más trasfondo todavía a Celes y Locke, la primera incluso permitiéndose hacer trampa con la doble moneda de Edgar delante de Setzer. Sin duda alguna, muestra la versatilidad de Celes y lo cuidado de su personaje.

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Pero la ópera no es la única escena para el recuerdo de la Caballero Magitek. En un punto del argumento, los protagonistas se infiltran en un complejo del Imperio donde son encontrados por Kefka, que asegura de forma falsa que Celes es una espía a su servicio. Aprovechando la duda de Locke, el villano ataca a los personajes pero se encuentra con la resistencia de la ex-general, que se enfrenta a los malvados para ganar tiempo y que los demás escapen. Dirigiéndose directamente a Locke, le dice que ha llegado el momento en el que ella le proteja a él y no al revés, a pesar de que él todavía tenga sospechas de ella. Es entonces cuando la relación entre ellos evoluciona de forma definitiva, con Celes aceptando el comportamiento de Locke hacia ella y correspondiéndole, tomando un papel activo. Ha dado un paso adelante sacrificándose por aquel que ama aunque la confianza de Locke se tambalee. Una estremecedora escena que vuelve a mostrarnos los complejos matices de Celes.

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Todo esto va construyendo un personaje que nos acaba conquistando, con sus dudas y fortalezas, consiguiendo que nos preocupemos por su futuro, por su relación con Locke, por su capacidad para superar su pasado en el Imperio y ganarse la confianza de los demás. Por eso choca mucho más la escena inesperada que acabaremos encontrándonos después de que Kefka se convierta en Dios, conquiste el mundo y aniquile a la gran mayoría de la raza humana.

Un año después de ese evento, Celes despierta de un coma en una isla solitaria donde unos pocos supervivientes se refugiaron. Sin embargo, ya sólo quedan vivos ella y Cid, el científico que la crió desde pequeña como si fuese su propio padre. A pesar de los intentos de ambos por apoyarse mutuamente, él acaba enfermando, por lo que deberemos ocuparnos de alimentarle correctamente. Si lo conseguimos, Cid sobrevivirá y nos enseñará una balsa con la que escapar de la isla. Si no lo hacemos, ocurrirá la tragedia.

Tras varios días pescando peces para alimentarle, acabaremos encontrando a Cid muerto en su cama. Celes se niega a aceptarlo y, mientras empieza a sonar su tema musical, se derrumba totalmente al ver cómo su único apoyo ha desaparecido, huyendo de la casa con sus ojos arrasados en lágrimas. Tras un pequeño viaje a pie, acabará al borde de un acantilado desde donde el resto de los supervivientes, incapaces de soportar la destrucción en la que se sumió el mundo, se suicidaron.

Es entonces cuando vemos a Celes acercarse al borde del precipicio al comprender que está completamente sola en el planeta, que todos sus seres queridos han muerto y que ya no tiene nada que le ate a la vida. Cierra los ojos y, durante unos segundos que parecen una eternidad, se queda allí, totalmente quieta, saboreando sus últimos pensamientos y emociones. De repente, salta al vacío, dejando tras de sí un par de lágrimas al viento. Durante unos momentos, nada ocurre y nos sumergimos en la incertidumbre de si Celes ha muerto o no.

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Cuando vi esta escena por primera vez, hace ya 15 años, me chocó muchísimo. Desde pequeño me habían encantado los videojuegos pero, a pesar del bagaje que ya tenía, nunca había presenciado cómo uno de los protagonistas de un juego se suicidaba. Ahora, tras todo este tiempo, todavía no he encontrado (que yo recuerde) ninguna escena similar. Sí que hay muchas escenas de suicidio con el objetivo de sacrificarse por los demás para derrotar a un jefe, permitir que los demás escapen o salvar el mundo. Pero ninguno motivado por la simple desesperación, por encontrarse en un callejón sin salida, por la pérdida de todo lo que merecía la pena. Por el triunfo del mal. Por el fracaso más absoluto. Si el juego hubiese terminado en ese momento, con la muerte de Celes, no habría desentonado como final. Funesto, sí, pero lógico. Comprendíamos los motivos por los que ella se suicidaba, lo que aumentaba nuestro vínculo con ella a pesar de que deseábamos que siguiera luchando. Esa es la magia de los personajes de FFVI, no son máquinas invencibles e impasibles, tienen debilidades y llegan a límites donde son incapaces de continuar.

Tras ese momento interminable donde se mantenía en suspenso el destino de nuestra protagonista, acababa siendo arrastrada a la playa por las olas, sana y salva, encontrándose allí con una gaviota con un pañuelo similar al de Locke. Ante este atisbo de esperanza, Celes decide abandonar la isla para buscar a sus amigos por todo el mundo, siendo el primer paso para la reunión de todos y derrotar al terrible Kefka. Lo reconozco, suspiré aliviado al ver que ella seguía viva.

Esta escena es uno de los momentos cumbres del juego, muchas veces olvidada o relegada a un segundísimo plano en favor de otras cuando, realmente, es una de las de mayor carga dramática de toda la franquicia, que otorga una dimensión sumamente humana y profunda a la historia y los personajes, utilizando un recurso crudo que apenas se han atrevido a usar en títulos tan comerciales y populares como la saga Final Fantasy. El impacto que produce en nosotros es el resultado de un desarrollo concienzudo donde nos van haciendo partícipes de los acontecimientos de la trama poco a poco, tomándose su tiempo, de forma que realmente nos importe qué les ocurre a los personajes. Si Celes no estuviera tan bien construida, su suicido no nos hubiera importado en absoluto, pero no es así. Ella protagoniza una de las escenas más memorables, impactantes, dramáticas, tristes y desesperantes de la historia de los videojuegos.

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