Mujeres de armas tomar

Celes no es la protagonista de Final Fantasy VI, ese papel es para Terra (Tina) pero sí es una de esas mujeres que se te quedan grabadas a fuego en un huequito del corazón en cuanto que la conoces.

La escena de la ópera de María y Draco es, para mí al menos, una de las mejores escenas vistas jamás en un videojuego y estoy hablando de uno que salió en SuperNintendo hace la tira de años y que en todo ese tiempo no ha quedado desbancada y no ya por factor nostalgia o añoranza, sino por la ternura y el sentimentalismo que provoca junto con la interpretación de Celes, una eterna enamorada de su cazarrecompensas favorito al que no se declarará así como así por un juego que se trae de «te quiero, pero no te lo pienso decir si tú no das el paso».

Yuna, coprotagonista de Final Fantasy X (junto con Tidus) y con heterocromía radial, es muy dulce, un poco tímida y callada, pero sobre todo tiene un gran peso a sus espaldas con su trabajo como invocadora y, por encima de todo, su amabilidad llega al punto de que aprendió a sonreír incluso cuando está triste, para así tranquilizar a los demás y empatizar con ellos.

Quien haya jugado a este rpg, seguramente no pueda olvidar precisamente el baile del momento en que uno la ve por primera vez, la escena del lago en la que precisamente se ve lo humana que es para ser un personaje inventado, esas emociones que desprende y contagia a través de la pantalla y, sobre todo, con el final del juego que es ya la excusa para crear la secuela (en la que ella sigue con su mismo perfil tan encantador) rompe a todos en dos al ver a una muchacha impotente y hundida por dentro.

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