Es cierto que mi elección de hoy puede tener un poco de trampa, como podrán alegar todos aquellos que se han pasado el juego, pero precisamente la presentación de The Boss como enemiga a la que destruir completamente en esta entrega de la portentosa franquicia de Hideo Kojima es sólo el primer paso para una de las experiencias más demoledoras a nivel emocional del mundo de los videojuegos.
The Boss, también conocida como The Joy o la Madre de las Fuerzas Especiales, se nos presenta como un auténtico mito, una leyenda viva (una admiración que nos retrotrae a la imagen que muchos personajes tienen de Solid Snake en entregas anteriores), una roca a la que aferrarnos durante la peligrosa misión que nos espera, en el que una Tercera Guerra Mundial está en juego. Pero no es sólo eso, The Boss es la mentora de Naked Snake, principal motivo de que se haya convertido en lo que es, por lo que la relación entre ambos va más allá de lo profesional para sumergirse de lleno en un plano emocional que marcará nuestro devenir en tierras soviéticas. Como el propio protagonista dice, su tiempo juntos les ha hecho convertirse en algo más que compañeros, que madre e hijo, que amantes.
De hecho, el primer encuentro entre ellos, a través de Codec, ya representa un tirón emocional entre ambos y una representación de la dependencia de Naked Snake con respecto a su mentora. Sin embargo, parece que todo va a volver a ser como antes, una misión con su apoyo, como en los viejos tiempos…Nada más lejos de la verdad. Poco tarda en explotar la primera bomba emocional. Tras recuperar al científico Sokolov, principal objetivo de la misión, nuestro protagonista descubre cómo The Boss ha desertado a la Unión Soviética, uniéndose a las filas del temible Volgin, que quiere derrocar el poder presente del país y desencadenar un conflicto armado con EE.UU, lanzando una bomba nuclear portátil procedente de su enemigo yanki, obtenido como obsequio de su nueva aliada, en su propio territorio.
Este chocante encuentro acaba con Naked Snake totalmente maltrecho, lanzado al río con un brazo roto. Sin embargo, las graves heridas palidecen con lo que realmente importa: el dolor al comprobar que tu mentora, que lo ha sido todo para ti, te ha traicionado, a ti y a tu país, dando la espalda a todo aquello por lo que habéis luchado juntos. Esas manos que no logran alcanzarse en el final de la Misión Virtuosa es una despedida espiritual y moral entre ambos personajes. Así se hace realidad ese discurso en el que ella señala que los enemigos son los tiempos, que el aliado de hoy puede ser el enemigo de mañana, que las alianzas cambian con celeridad. Una lección que el protagonista acaba de aprender de forma dolorosa.
Así pues, una semana después, Naked Snake se ve obligado a volver a la U.R.S.S. para limpiar el fracaso de la unidad FOX y destruir completamente a The Boss y a su Unidad Cobra para demostrar la inocencia de EE.UU. en el incidente nuclear y evitar la Tercera Guerra Mundial. Es aquí donde se presenta el duro dilema interior del protagonista, jurar lealtad a la misión y a su país o a su mentora y todo lo que le enseñó. Esta dicotomía se hace más evidente con los sucesivos encuentros que tenemos con ella. Nos amenaza, nos anima a abandonar nuestra misión pero siempre desde una perspectiva maternal, apelando a nuestros sentimientos y haciéndonos pensar en lo que estamos haciendo, preguntándonos si realmente es lo correcto.