(Análisis) Dead Island

Aunque el planteamiento inicial de juego en primera persona con un grupo de cuatro personajes inmunes a la infección que se enfrentan a hordas de zombis pueda recordar al famoso Left 4 Dead, Dead Island dista mucho de compartir el estilo e incluso el género. Más bien, Dead Island se podría comparar con Borderlands: haciendo misiones, avanzando en el mapa y en la historia y, más frecuentemente, destrozar a todos los enemigos que se crucen por el camino.

Gráficamente, aunque dispuso de un vídeo que enamoró a todo el sector, no es nada del otro mundo. Eso sí, consigue crear momentos de tensión jugando con el ambiente y el sonido, y pillar al jugador desprevenido respecto a los zombis que lo han rodeado, por lo que se puede pasar por alto los gráficos que, por otra parte, tampoco es lo más importante.

Lo que sí que es importante es que Dead Island no tiene un modo multijugador offline, siendo una gran pega y eliminando el gran potencial que eso supone. Pero sí que lo tiene online, donde hasta cuatro jugadores pueden andar por Banoi. El matchmaking es un poco pobre, como mínimo en PS3, pudiendo darse ocasiones en las que el jugador deba intentar durante más de cinco minutos unirse a una partida con éxito. Seguramente ese es el motivo por el que también en las partidas donde el jugador es el anfitrión y espera que alguien se una a su partida pueda pasar demasiado tiempo sin que aparezca nadie. Quizás hubiera sido acertado un modo con compañeros bots como el visto en Left 4 Dead.

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