La saga Max Payne es una rara avis dentro de los juegos de acción. Su primera entrega fue en 2001. La franquicia la creo los finlandeses de Remedy Entertaiment, ahora más conocidos por Alan Wake. Dos años después de Max Payne, pusieron a la venta su segunda parte, Max Payne 2: The Fall of Max Payne. Hemos tenido que esperar nueve años para volver a encontrarnos con el bueno de Max y esta vez el estudio detrás del juego no es otro que Rockstar, famosos por el cuidado exquisito que ponen en sus juegos.
Max Payne 3 es otro claro ejemplo de los altísimos valores de producción que manejan. Es un juego que sorprende, no solamente en el plano técnico, sino en todos los aspectos de la producción. Es una superproducción bien dirigida y a cada esquina, a cada detalle el jugador puede darse cuenta. El plano visual no sobresale por el plano técnico, está ahí cumpliendo con algo más que solvencia y eso es lo importante, lo que llama poderosamente la atención es la cuidada dirección artística. La variedad de escenarios en los que nos moveremos son convincentes, parecen bien documentados y, desde luego, son atractivos visualmente.
La historia que nos narra Max Payne 3 es atractiva pero se exagera mucho su importancia en el juego. Es interesante como los flashbacks y las elipsis trazan una historia, pero no es tan interesante la innumerable cantidad de vídeos que paran la acción. Además se peca muchas veces de insistir en algunos aspectos de forma exagerada. Sí, sabemos que Max es alcohólico y que tiene una vida miserable. No es necesario que Max como narrador nos lo recuerde una y otra vez. En el juego se suceden minutos y minutos de vídeos con lamentos que no hace nada por la historia pero sí paran lo verdaderamente importante del juego, la propia mecánica jugable: las coberturas, el tiempo bala, los saltos… Si a estos insistentes e innumerables vídeos, se le suma un efecto de distorsión del que se abusa sin piedad es la guinda que le falta al principal problema de Max Payne 3.
Cuando Rockstar nos deja jugar todo va mucho mejor. Es posible que conceptualmente Max Payne 3 no sea el mejor juego de acción pero sí está repleto de situaciones muy inspiradas y de una variedad que impide que nos cansemos de los intensos tiroteos. En el juego de Rockstar se mezclan elementos del Max Payne original (tiempo bala y analgésicos) con elementos de los shooters modernos que no tenía las dos primeras entregas, sobre todo el sistema de coberturas. Es verdad, que a día de hoy es difícil imaginar un juego de acción en tercera persona sin coberturas pero el tiempo bala no se entiende bien con ese sistema. El tiempo bala y el salto que popularizó Max Payne solamente tiene sentido con el movimiento, si por el número de enemigos o por el diseño de niveles obligas al jugador tomar cobertura pierde el sentido el tiempo bala. A la postre se convierte en un recurso para poder buscar puntería con más comodidad. Por otro lado la dificultad no está bien equilibrada, en general es un juego exigente, pero con picos de dificultad excesivos. En parte debido a los analgésicos (los medicamentos con los que recuperamos la vida), el uso de check points continuamente nos deja a veces vendidos, por la falta de analgésicos en los bolsillos. Al final Rockstar lo soluciona de forma tramposa, regalando al jugador uno o dos analgésicos. Así que se ha decidido abandonar la vida regenerativa pero el gran uso de check point y el sistema de coberturas no encajan con el sistema de los analgésicos.