Al ver a Lara en continuos peligros, sin descansar apenas entre peleas, caídas, trampas y demás cosas, y al controlarla y sentirnos parte de ella y de su destino, es lógico que sintamos algo hacia ella, pero sin una buena simbiosis entre la narración y los vídeos (interactuables o no), podría no engancharnos como para seguir con ganas o podríamos no poner cara de dolor si nuestra ágil protagonista termina con su estómago atravesada por unas maderas afiladas, entre otras muchas maneras impactantes de morir o simplemente de que sufra y termine con más heridas de las que nunca hubiera imaginado al meterse a estudiar arqueología.
Odie las tumbas o no, su curiosidad y su ambición han hecho que ella convenza a toda la tripulación de ir a buscar la legendaria tierra de Yamatai pasando antes por un lugar llamado Triángulo del Dragón, con el que el Triángulo de las Bermudas y la isla de Perdidos son ùn inocente juego de niños a su lado y ni ella ni el resto de la tripulación, que simplemente iba de expedición arqueológica, tardarán en darse cuenta después de que su barco termine destrozado y cada uno de los compañeros acabe separado de los demás, aunque eso es solo el inicio de su mala suerte y de los peligros que se esconden en un lugar donde se dice que reinaron Himiko y Amaterasu, frecuentemente enlazadas en las historias -e incluso hay quienes afirman que eran la misma persona-, de quienes, para Tomb Raider, han escogido el mito de que eran dos diosas del Sol.
2 Respuestas a “(Análisis) Tomb Raider”