Mis villanos favoritos: Los asesinos en serie (Shadow Man)

Tres de ellos nos los encontrábamos en una cárcel de Texas, en EE.UU. El primero de ellos era Marco Cruz, un playboy latino pasado de vueltas que se hacía pasar por un agente de embargo para entrar en las casas de sus víctimas, además de cazar a las parejas que buscaban momentos de intimidad en el Valle de la Muerte y el desierto de Mojave. Cuando nos lo encontramos, inmerso en un sangriento motín que se ha cobrado la vida de todos los vigilantes, se toma la carnicería como una fiesta donde dar rienda suelta a su instinto asesino, con música disco incluida de fondo. La diversión de matar, personificada en un hombre que seguramente sería muy popular en nuestra sociedad.

En segundo lugar nos enfrentábamos a Milton Pike, que enviaba cintas de vídeo con sus asesinatos a la Policía. En este caso nos encontramos con un estereotipo especialmente común en el cine como es el veterano de guerra (en este caso, Vietnam) trastornado por sus experiencias bélicas. De la misma manera, constituye en sí mismo una crítica voraz a la posesión de armas en EE.UU., pues una vez nos encontramos con él en un patio de la cárcel, nos amenaza con dispararnos por introducirnos en propiedad privada, una de las justificaciones de la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense. Pike se nos presenta de esta forma como un conglomerado de una parte del lado oscuro de la sociedad de EE.UU.

En tercer lugar tenemos al líder de Los Cinco, el refinado Victor Batrachian, autodenominado El Rey Lagarto, esperando a ser ejecutado en el Corredor de la Muerte de la cárcel. En este caso nos encontramos con un homenaje al Doctor Muerte de la vida real, un brillante psiquiatra forense y médico, de gran inteligencia y cultura, que se dedicaba a asesinar a sus pacientes ancianas justo después de convencerlas de que le dejasen a él sus grandes fortunas en testamento.

Batrachian es el más inteligente y el capitán de Los Cinco, posición privilegiada de la que nos damos cuenta rápidamente cuando nos acercamos a él. Se encuentra en el Corredor de la Muerte, con todas las sirenas de alarma encendidas y, cuando nos acercamos, empieza a sonar un turbador coro gregoriano que nos acompaña hasta que encontramos al doctor sentado en la mismísima silla eléctrica. Su refinado acento y sus exquisitos modales, que recuerdan a los de Hannibal Lecter, pronto se transforman en delirio y furia cuando Michael le saca de sus casillas, mostrándonos que el horror más profundo puede esconderse tras la más educada de las sonrisas.

Fuera de la cárcel de Gardelle nos esperan otros dos asesinos. El primero de ellos es ni más ni menos que el famosísimo Jack el Destripador, pieza clave en el argumento pues es el arquitecto encargado de construir el Asilo, edificio fundamental en los planes de Legión. Nos encontramos con un retrato bastante estereotipado del criminal londinense, pero con una personalidad deprimente ante la futilidad de sus crímenes que encuentra una nueva motivación con la oferta que le brinda el ser diabólico.