Es imposible hablar de Píxel –al que tuvimos el placer de entrevistar– sin mencionar su gran obra conocida por todos y por la que se le considera el padre de los videojuegos indie, es decir, Cave Story, del que en esta santa casa se hizo análisis de la versión de 3DS en la que él trabajó con Nicalis a los cuales ayudó NISA para la distribución en América y ya para Europa se tiró de las habituales empresas que trabajan con ésta (Namco Bandai y Tecmo Koei).
Hoy, sin embargo, me gustaría hablar a mí de lo último que ha caído en mis manos gracias a José M. Íñiguez de Akaoni Studio (conocidos por Zombie Panic in Wonderland) al que tuve el placer de saludar junto con mi compañero Moises Piñeiro en la presentación de Street Fighter X Tekken. Bien es cierto que no suelo realizar artículos de opinión para SavePoint y que me ocupo de otros menesteres, pero es que cuando algo me toca la fibra (para bien o para mal) a veces como casi que toca, aunque no siempre me pueda poner a ello.
Dejándome de rollo de entradilla que no nos van a llevar a ninguna parte, diré ya que Azarashi, lo nuevo de Píxel es algo que nadie con un móvil con iOS debería perderse, porque puede considerarse un sacrilegio tal que quizás hasta sea un pecado capital nuevo a incluir.
Azarashi es un juego muy sencillito que ya de primeras, en cuanto que lo coges, te llama la atención por la monería de las focas que están colgadas como si fueran llaveros. Y ojo, digo como si fueran llaveros porque lo son, sí, pero también resulta que están vivas hasta que por alguna razón palman y tienes que tirarles un dardo cuanto antes para que no se estampen y sacar cuantos más puntos por cada una de ellas mejor. Suena cruel, lo sé, pero está hecho sin maldad y además es muy adictivo.
A lo largo de tres rondas, y con tres llaveros por ronda, pudiendo sacar un máximo 200 puntos por llavero y, por tanto, un máximo de 1800 puntos totales, se nos irán sumando nuestros avances para ver qué tipo de premio nos llevamos y si hacemos la mejor puntuación global o al menos la del día o somos tan mantas de dejar que se nos caigan todos los bichejos, dándosenos así un game over por mantas.