El salto del 2D al 3D fue un momento irrepetible para los aficionados, un acontecimiento de tal magnitud que posiblemente no volvamos a experimentar hasta el día en el que el mundo de los videojuegos entre de lleno en la realidad virtual. El cambio que produjo en nuestra afición la llegada de PlayStation y Sega Saturn hizo que modificáramos nuestra forma de jugar y de concebir el ocio electrónico, tanto en términos técnicos como de jugabilidad.
Como no podía ser de otra forma, Nintendo preparaba su desembarco en las 3D con una máquina capaz de competir principalmente con PlayStation, que estaba aprovechando de forma perfecta la nueva tecnología, incluyendo el CD como soporte físico; pues la Saturn ya empezaba a mostrar los fallos que acabarían enterrando a Sega como fabricante de hardware. De esta manera apareció la Nintendo 64, ofreciendo el doble de bits que sus competidoras y prometiendo dar un nuevo paso en las 3D, a pesar de la discutida decisión de utilizar el cartucho como soporte, movimiento que intentaría remediar la compañía japonesa con el periférico 64DD, que nunca llegaría a ver la luz.
Super Mario 64 fue el primer aviso de la empresa de Kyoto, ofreciendo un mundo enorme que podíamos explorar y saltar mientras disfrutábamos de la primera cámara libre controlada totalmente por el jugador de la historia. Sin embargo, el juego todavía seguía siendo algo compartimentado y lineal, con mundos muy diferenciados y sin conexión entre sí más que las puertas del castillo de la Princesa Peach. En realidad, echarían toda la carne en el asador con uno de los títulos más esperados de la época y que se ha convertido en una obra capital de la historia: The Legend of Zelda: Ocarina of Time.
En su momento, la primera aventura tridimensional de Link constituyó el mayor cartucho de la historia, 256 megabytes que sólo serían superados posteriormente por los 512 de la conversión a N64 de Resident Evil 2 en un demencial esfuerzo de compresión. El caso es que Nintendo nos propuso el mayor mundo poligonal conocido hasta la fecha y, lo mejor de todo, sabían la mejor forma de presentárnoslo de manera que quedara por siempre grabado en nuestra memoria.
Una respuesta a “Mis momentos favoritos: La pradera de Hyrule (The Legend of Zelda: Ocarina of Time)”