Tras la batalla de Ostagar, durante la quinta Ruina, los engendros tenebrosos destruyeron Lothering, una pequeña población rural. Los habitantes que no se marcharon a tiempo murieron durante el ataque, o huyeron perseguidos por los engendros. Eso le pasó a Hawke y su familia.
Hawke es el personaje principal de Dragon Age II, y puede ser personalizado por el jugador en cuanto a género, clase, nombre y apariencia. Existe una apariencia predeterminada, con o sin marca en la cara.
El juego empieza con Varric explicando a Cassandra las aventuras de Hawke a partir de su huida de Lothering. Este recurso narrativo de cuento dentro de otro cuento se aprovecha bien, sin usarse excesivamente ni entorpeciendo la experiencia o la fluidez del juego, pero añadiendo profundidad a los personajes y, todo hay que decirlo, un pequeño toque de originalidad.
A partir de ahí, el juego tiene una introducción que abarca la huida de Lothering, el viaje por el Mar del Despertar y la llegada a las Marcas Libres; y luego tres actos de Hawke en Kirkwall.
Kirkwall, la ciudad de las cadenas, es como una olla a presión a punto de estallar, ya sea por el aumento de refugiados de Ferelden por la Ruina, un amenazante grupo de qunaris, oleadas de esclavizadores de Tevinter o los enfrentamientos de los templarios y la Capilla contra el Círculo de magos.
En este ambiente, Hawke se convertirá en el Campeón o Campeona de Kirkwall.
Los jugadores pueden escoger qué clase tendrá Hawke: guerrero/a, mago/a o pícaro/a. Al subir niveles, se asignarán tres puntos de atributo para distribuir y una habilidad para aprender entre diversas familias de técnicas como Espada y Escudo, Magia Elemental o Sabotaje. Además, en los niveles 7 y 14, se ampliarán las técnicas disponibles mediante especializaciones únicas para Hawke.
Una respuesta a “(Análisis) Dragon Age II”