El mundo de los videojuegos está dividido en una gran dicotomía que separa a los diferentes títulos según su lugar de procedencia: Occidente y Oriente. Según dónde haya sido parido tendrá unas características u otras, unos puntos fuertes y otros débiles, unas personalidades diferentes e incluso géneros en los que son más duchos que otros. Pero pocos juegos ofrecen una esencia tan japonesa como es la franquicia Yakuza de Sega.
Todo comenzó en el año 2005. Sega ya había dejado su posición privilegiada como creadora de hardware tras la caída en desgracia de Dreamcast y llevaba años intentando asimilar y adaptarse a su nueva situación. Exprimiendo la licencia de su mascota Sonic (con más pena que gloria) y reciclándose en distribuidora de juegos ajenos (con casos como Football Manager, de Sports Interactive), la compañía japonesa buscaba un golpe de timón en su imagen como desarrolladora y comenzó a cocinar una franquicia que volviese a colocarla en primer plano, un guiso en el que optó por los ingredientes más cercanos y autóctonos.
Tomando como base un género cinematográfico tan nipón como el de la yakuza, con todos los rasgos fundamentales de la mafia japonesa, liderados por su estricto código de honor; Sega quiso desde el principio crear una experiencia realista y envolvente, que mezclara lo mejor de la ficción y la vida diaria para situar historias fascinantes en un mundo que los jugadores japoneses encontrasen familiar. Ese fue el germen de Kamurocho, el emblemático barrio de la saga, centro neurálgico de las idas y venidas de los personajes, inspirado en el barrio real de Kabukicho, en el corazón de Tokio.
Pero eso no era suficiente. En un gran movimiento para dotar de mayor ambientación y realismo al título a la vez que el juego se convertía en una gran plataforma publicitaria, Sega decidió tomar marcas y establecimientos reales de Japón para poblar las calles, pudiendo encontrar la cadena de tiendas de descuento Don Quijote (cuya canción oficial acabaría desquiciando a los veteranos de la saga entrega tras entrega), numerosas revistas (Sabra, SPA!), marcas de licor y bebida tan conocidas como Carlsberg, Boss Coffee, Suntory o Jack Daniel’s y muchas más referencias que irían creciendo en número a medida que la franquicia se desarrollaba, incluidos los Club Sega que están esparcidos por toda la geografía japonesa.
Un artículo increíble, es bueno saber que hay más personas a las que esta saga les ha fascinado.
Tengo el tres y cuarto muertos de risa en la estanteria. No tengo tiempo. Si me he pasado el 1 enterito.
Buen articulo :)
Agh, mi afán completista me hizo no acabar el modo historia del 3 a falta de poquísimo por estar haciendo extras. ¡No chupan horas los Yakuza ni nada!
Ganazas que tengo de tener algo de tiempo para terminarlo y ponerme con el 4 de una vez, que me mira con ojos receloso desde la estantería.
PD, ¡Dan, azúcar en vena~!
Te has currado el artículo, pero no estoy de acuerdo con que el público principal sean los amantes de lo japonés. De hecho, cuando quería jugar al 1º lo hacía porque me conocía el pedigree de los creadores y porque me parecía que era un juego con cierta madurez argumental. Y me lo pasé en 2007, sin tener ningún nexo con Japón, gozándolo mucho a pesar de sus pocos fallos y de estar entrada ya la «actual gen».
Eso si, al 3º lo jugué ya habiendo ido a Japón (y deseando volver con fuerza) , y me sirvió para mitigar un poco esa «nostokyotalgia». Como diría Daniel Sanchez Crespo, parte de su gracia es «eres un tipo durísimo que se retira y … monta un horfanato. Mejor premisa EVER».
El 4º es menos coherente que el 3, pero es, como dices, muy completo como producto con extras. Y destacar, muy potentemente, el tremendo final del 2, un juego que es basicamente como el 1 pero sin casi fallos. Y cierto momento del 3 que… jugadlo :D